martes, 14 de junio de 2011

El Ballet Clásico de Moscú aterriza en Madrid con El Cascanueces y La Cenicienta

Si a Theodor Amadeus Hoffman le llegan a decir hace casi doscientos años que El Cascanueces y el Rey de los Ratones iba a ser mundialmente conocido a través del ballet, no se lo hubiese creído. Ahora es una de las representaciones junto con clásicos como La Bella Durmiente, La Traviata, Giselle o Coppelia, que son éxito asegurado para las grandes compañías de Ballet. Es el caso del Ballet Clásico de Moscú, que vuelve por Navidad para deleitar al público madrileño con El Cascanueces y La Cenicienta.
El Ballet tiene una historia relativamente reciente. Apareció en el Siglo XV con números de danza interpretados en los banquetes de las cortes italianas. Posteriormente el ballet cortesano italiano fue desarrollado en Francia, y en el siglo XVII con Luís XIV se crearía la Academia Real de la Danza, otorgándole por primera vez la importancia que merecía. Este fue el comienzo de su configuración como disciplina profesional, un arte restringido a las mujeres hasta 1681 con la obra El triunfo del amor. Después de su crecimiento imparable, llegó una época de poca producción, el siglo XIX. Sólo Rusia continuó con la tradición.

Fueron Tchaikovski y Marius Petipá los que, a finales del siglo XIX, transformaron el cuento de El Cascanueces en música y en danza respectivamente, haciendo de la literatura una proyección artística sin igual. Varias décadas despúes, allá por los 60 del siglo pasado, Natalia Kasatkina y Vladimir Vasiliov se harían cargo de la compañía hasta la actualidad, procurando ser ante todo fieles respetuosos a las obras originales como la de Hoffmann.

Pero no todo ha sido un camino de rosas. Ambos directores artísticos destacaron la "Fuga de artistas" tras la Perestroika en los años 80, y la eliminación del presupuesto para la creación de un Centro Internacional del Ballet.

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