miércoles, 31 de octubre de 2012

Glyndebourne y otros festivales de verano ingleses preparan sus producciones

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Con la llegada de la primavera, Glyndebourne y otros festivales de música clásica que se celebran en lugares idílicos en medio de la campiña inglesa se preparan para una nueva temporada operística con una serie de nuevas producciones.

Sin lugar a dudas, el de mayor solera y elegancia es el de Glyndebourne, famoso en todo el mundo por el marco bucólico en el que en sus largos descansos los asistentes, vestidos de esmoquin y traje de noche, pueden descorchar el champán y degustar el caviar o el pâté de foie, junto al lago artificial o entre los matorrales.

Este año, el festival se inaugura el 21 de mayo con una nueva producción de "Los Maestros Cantores de Nuremberg", en la puesta en escena del británico David McVicar y bajo la dirección musical del ruso Vladimir Jurowski.

El conocido barítono canadiense Gerald Finley debutará en el papel de Hans Sachs y entre los cantantes que se estrenan en Glyndebourne figuran el tenor alemán Marco Jentzsch, en el papel de Salther, su compatriota, la soprano Anna Gabler, en el de Eva, y el barítono Martin Kränzle como Sixtus Beckmesser.

Altamente recomendable es también "Rinaldo", la primera ópera italiana creada por Händel para Londres y una de las más deliciosas del compositor alemán a quien los británicos reivindican como suyo.

Robert Carsen, conocido de los asiduos de Glyndebourne por haber montado hace tres años "L'Incoronazione di Poppea", de Monteverdi, se encargará de la puesta en escena y el italiano Ottavio Dantone, director de la Accademia Bizantina, estará al frente de la orquesta.

El reparto cuenta con Sonia Prina, que encarnará al heroico guerrero cristiano del título, Sandrine Piau, que interpretará a su amada Almirena mientras que Brenda Rae hará el papel de la hechicera sarracena Armida y Luca Pisaroni cantará al rey de Jerusalén.

El programa de esta nueva edición del festival se completa con el "Don Giovanni", de Mozart,- con el barítono estadounidense Lucas Meachem en el papel protagonista-, "L' Elisir d' amore", que dirigirá desde el podio el maestro italo-español Enrique Mazzola, "The Turn of The Screw", de Benjamin Britten, y "Rusalka", de Dvorák, todas ellas vistas ya antes en Glyndebourne.

Menos conocido internacionalmente que Glyndebourne, el festival de ópera de Garsington, que se celebra tradicionalmente en una bella residencia isabelina al sur de Oxford, se traslada a partir de este año a unos terrenos alquilados a Mark Getty, de la familia de petroleros de ese apellido.

Muchos echarán tal vez de menos el ambiente isabelino del Garrington original, con su jardín del siglo XVIII, su bello lago y su parque con ciervos, pero tal vez se verán compensados por el mayor nivel de confort del nuevo auditorio con capacidad para 600 personas, 80 más que antes.

Se trata de un auditorio prefabricado que se montará y desmontará cada año y cuyas cualidades acústicas están al parecer garantizadas por Bob Essert, uno de los especialistas en la materia.

El programa de Garsington, que se celebra del 2 al 5 de julio, incluye este año obras de Rossini ("Il Turco in Italia"), Mozart ("La Flauta Mágica") y una ópera relativamente poco conocida de Vivaldi, "La Verità in Cimento".

Aunque los más prestigiosos, Glyndebourne y Garsington, no son sin embargo los únicos, pues están también otros más pequeños como el de Bampton, fundado en 1993 por Gilly French y Jeremy Gray, en una pequeña y deliciosa localidad de Oxfordshire.

Bampton se ha especializado en óperas poco conocidas del siglo XVIII y así este año presentará, entre otras, una cómica de Domenico Cimarosa titulada "Italiana a Londra", en torno a un inglés, un holandés y un italiano que tratan de seducir a una muchacha a la que creen francesa, pero que resulta ser la genovesa Livia.

Para quien no quiera o pueda trasladarse fuera de Londres está también el festival de Holland Park, que tiene lugar todos los años junto a lo que queda, después de su destrucción por las bombas alemanas en la Segunda Guerra Mundial, del palacio de lord Holland, el gran político británico que ayudó a los liberales españoles durante el período absolutista de Fernando VII.

Este año el programa del festival - del 7 de junio al 13 de agosto- incluye sendas nuevas producciones de "Don Pasquale", de Donizetti, "L'amico Fritz", de Mascagni, "Le Nozze di Figaro", de Mozart, y "Rigoletto", de Verdi, además de "La Wally", del italiano Alfredo Catalani, ópera famosa por sus arias y su dramático final, en el que la heroína se lanza a la muerte por un precipicio en los Alpes.

Las cuatro estaciones, o más, en Gran auditorioUn concierto con la violinista Patricia Kopatchiskaja



Interpreta las Cuatro estaciones de Vivaldi y de Piazzolla

Con el acompañamiento de la la Kammerakademie Postdam

Dentro del espacio Gran auditorio de Radio Clásica, les ofrecemos este miércoles a partir de las 17.00 horas el concierto que tuvo lugar en septiembre de 2011 en la Sala Municipal de conciertos de Verden, en Dinamarca.


La joven y afamada violinista Patricia Kopatchinskaja, una de las figuras más relevantes del violín del siglo XXI, rinde tributo a las dos composiciones más conocidas dedicadas al paso del tiempo y los cambios climáticos: las Cuatro estaciones de Antonio Vivaldi, y las Cuatro estaciones de Buenos Aires (o Estaciones porteñas) de Astor Piazzolla. Dos obras en las que el violín tiene una presencia protagonista, y para las que estará acompañada por la Kammerakademie Postdam

David Garrett in concert live @ Berlin Wuhlheide [Subtitles]

jueves, 4 de octubre de 2012

Janine Jansen: "Cada persona lleva dentro su propio sonido"


Algo tendrá el vino cuando lo bendicen, decía un viejo y castizo refrán. Y algo, aparte de sus encantos personales, tendrá también la joven violinista holandesa Janine Jansen (Utrecht, 1978) para conseguir que en los tres conciertos que ofreció hace unos días en Madrid como invitada de la ONE se agotasen inmediatamente las entradas. Había curiosidad por ver en la capital con orquesta grande a esta singular intérprete a la que hasta entonces sólo se la conocía en dimensiones camerísticas. A esta joven de ojos claros que jamás se separa de su Barrere , un violín fabricado en Cremona en 1727 por Antonio Stradivari, y que, al hablar, irradia optimismo en cada frase. Tal vez porque, de la noche a la mañana ha sabido conjurar el fatum que atenaza desde hace algún tiempo a la industria discográfica, con su personal lectura de las Cuatro estaciones vivaldianas, con que recientemente conseguía ser "platino" en las listas de su país, donde las ventas de esa grabación se acercan al medio millón de copias. Por no hablar de las ventas a través de Internet, que le han valido en una publicación especializada el calificativo de "Reina de las descargas".


Alguien de la nueva generación como usted, que ha acuñado un título semejante. ¿Ve en el ordenador el futuro de la música?

No sé con certeza por qué se ha escrito eso de mí en algún periódico. Lo que ha llegado a mis oídos, es algo así como que en América la mayor parte de las ventas de Las cuatro estaciones -dicen que un 75 por ciento del total- se han realizado por la vía de i-tunes. Pero hablar de eso me resulta muy difícil, porque no conozco a fondo esos procedimientos. Nunca he hecho una descarga yo misma. Lo que sí es cierto es que esa historia me ha llevado a pensar si de aquí a unos cuantos años, tal y como se precipitan las cosas, el CD como tal habrá desaparecido. Espero que eso no llegue a suceder, porque a mí me gusta entrar a las tiendas y revolver, incluso regresar de vez en cuando a los LPs.

Hasta la enseñanza podría ser a través de esa vía, ¿reconoce usted en su formación más profesores reales o virtuales, de esos de los que se aprende a través de viejos testimonios grabados con o sin imágenes?

Siempre menciono a Coosje Wijzenbeek como mi primera maestra, porque es con quien me inicié en el violín. Con ella estuve hasta los 16 años, lo que es tanto como decir que me enseñó lo que sé de este instumento. Después comencé a asistir a las clases de Philipp Hirshhorn, que murió hace ahora diez años, siguiendo sus enseñanzas de un modo un tanto irregular, durante aproximadamente dos años. A partir de ese momento, desde que cumplí los 18, se puede decir que no he tenido un profesor al que acudiese cada semana sistemáticamente para seguir sus lecciones. Lo de Belkin, por ejemplo, debemos limitarlo a decir que asistí a algunas de sus clases magistrales en las que aprendí mucho, como también en otras de distintos violinistas por las que he pasado. Así que, en mi caso podría decir que el verdadero aprendizaje lo he ido adquiriendo por el contacto directo, tocando en grupos de cámara o con orquestas a las órdenes de distintos directores, sin olvidar lo que he asimilado asistiendo a conciertos como espectadora, viendo y escuchando a otros artistas, algo que continúo haciendo cada vez que puedo como un proceso en marcha en el que quiero seguir.

¿No siente el peso de los grandes nombres consagrados?

Por supuesto que admiro a todos los grandes violinistas. Desde Thomas Zehetmair a Gidon Kremer por hablar de artistas de hoy o, mirando hacia atrás, Ida Haendel, Nathan Milstein o Arthur Grumiaux, todos ellos con una musicalidad increíble. Pero con todo sigo pensando que especialmente de Coosje, y de Philip Hirshhorn es de quien más he aprendido después de un prolongado contacto con ellos. Desde que tenía 6 o 7 años hasta que cumplí los 18. Hasta esa edad considero muy importante esa relación próxima, porque la necesitas. Pensemos que con mi primera profesora tenía dos clases por semana, y hacíamos mucha música de cámara, un aspecto al que le dedicamos mucho tiempo trabajando en conjuntos, algo que con el tiempo ha tenido un peso increíblemente importante para mí.

¿Tanta importancia tiene la música de cámara en su actividad como para crear en Utrecht el festival que dirige para música de ese formato?

Es al menos tan importante para mí como hacer música sinfónica. Además de mi festival, acudo a otros similares que organizan mis colegas, y de vez en cuando a lo largo del año hago música de cámara en conciertos convencionales. Pero claro que, a la hora de hacer balance final, el número de conciertos con orquestas es superior. También puedo decir que, a la hora de hacer música, no me resulta muy distinto si es de cámara o sinfónica. Cuando tocas con una gran orquesta al final estás haciendo lo mismo: estableciendo una comunicación con el resto de los compañeros con los que compartes el escenario. Desde ese punto de vista, lo único que cambia es el número de músicos y que, en el caso de la cámara, al tratarse de un grupo más reducido, los resultados son más directos, y el intérprete a su vez se siente mucho más libre. Pero la actitud del músico en cuato a su modo de acercarse a la creación musical, siento que igual en ambos casos. Al menos en lo que a mí respecta, intento encontrar el mismo sentimiento, el mismo espíritu. Porque en ese momento estamos unidos como un todo único. Si los otros no estuvieran allí, no sería posible sacar a la luz esa música que yo debo interpretar.

Le ha funcionado el experimento de reducir el instrumentario de Las cuatro estaciones de Vivaldi a un formato reducidísimo. Hasta el punto de haber conseguido ya el disco de platino en Holanda.

En este caso concreto me lo pasé muy bien haciendo eso. Porque las sensaciones que la obra me produce van por ese camino. No era necesario tocarla así, pero pensé que necesitaba más libertad en la ejecución para conseguir mayor transparencia en el resultado sonoro en esta obra tan flexible y llena de libertad, y eso se consigue mejor con un número reducido de compañeros.

Al decidir grabarla, sabía que estaba asumiendo un desafío, habida cuenta de la cantidad de experimentos que se han hecho con esa obra, consiguiendo buenos resultados con múltiples modos de acometerla.