domingo, 13 de mayo de 2012

Aspectos personales, anécdotas y curiosidades en la vida de Chopin


Aunque decía que detestaba escribir cartas, han sido preservadas unas cuatrocientas, de un total que podría exceder de mil. Muchas de sus cartas enviadas hacia su hogar fueron quemadas el 19 de septiembre de 1863 cuando en represalias por un atentado contra el gobernador ruso de Varsovia, las tropas rusas dispararon sobre el Palacio Zamoyski. Izabela Chopin, que ocupaba un apartamento en el palacio, heredó las cartas de Fryderyk y muchas cartas, así como objetos personales de Chopin se quemaron.

Los pensamientos e impresiones más reveladoras se encuentran en las cartas a sus padres y hermanas. Es por ello que veo significativo citar palabras textuales de las personas a las que hace referencia este texto.
Se cuenta que de bebé lloraba incontroladamente con el sonido de la música. De pequeño, cariñosamente la familia le llamaba Frycek (Fede). Era un chiquillo de claros ojos castaños, rostro fino y cabellos rubio ceniza. Cuando empezaba a andar se le encontraba agazapado bajo el piano para así oír mejor la vibración de las cuerdas. Se cuenta que una noche, cuando tenía cuatro o cinco años, la criada le vio bajar de la cama, dirigirse al salón y tocar sobre el clavicordio las piezas predilectas de su madre. La criada se lo contó a Justyna y ésta tras escucharlo durante un buen rato se le acercó y le dijo:

“Está muy bien, Frycek pero ahora debes acostarte”. El chiquillo contestó:
“Perdón, mamá, lo hacía únicamente para poder tocar por ti cuando estés cansada.”
Junto a su hermana Emile confeccionaba un periódico con el que irónicamente parodiaba el ‘Correo de Varsovia’.
Era un chico encantador, de exquisitas maneras, siempre diciendo las cosas correctas, sabiéndose comportar en todas las situaciones y sonriendo modestamente.
Antes de los seis aprendió tanto y tan rápidamente que podía tocar cualquier melodía escuchada e improvisaba sobre ella.
La mayor contribución de Żywny a la historia de la música fue que reconoció que estaba en presencia de un genio y no intentó reeducarlo, y ni siquiera intentó corregir su particular digitación. Además, le inculcó el amor hacia J. S. Bach. Chopin tocaría una fuga de Bach casi a diario como ejercicio. En una ocasión, ante su alumna la condesa F. Müller Streicher tocó de memoria catorce preludios y fugas de Bach, y al acabar dijo a la pasmada jovencita: “¡Esto nunca se olvida!”. La única música que Chopin se llevó hacia Mallorca fueron los veinticuatro preludios y fugas de J. S. Bach. De hecho, sus veinticuatro preludios fueron un homenaje hacia Bach.

El pequeño Fryderyk era un niño activo y bullicioso. También poseía un gran sentido del humor y una irresistible capacidad para hacer imitaciones.
Durante los largos y cálidos meses de verano, iba a pasar las vacaciones a las posesiones campestres de sus amigos. Allí, empezó a sentir la influencia de los campesinos polacos y de su música.
Le gustaba asistir a los salones de la aristocracia y tocar para ellos. Durante la estancia del Zar Alejandro en Varsovia en abril de 1825, fue invitado para exhibir un nuevo tipo de piano-órgano, denominado eolomelodicón, diseñado por un profesor de mecánica polaco. Por ello, el Zar le regaló un anillo de diamantes.

Asistía con frecuencia a representaciones de ópera. El joven adoraba el canto. Toda su música es melodía y nunca encontramos, a diferencia de la de Liszt, el puro virtuosismo. “Si quieren tocar el piano es necesario que sepan cantar” decía a sus alumnos, y a alguno le aconsejaba tomar antes lecciones de canto y escuchar muchas óperas italianas. La vuelta de la ópera se hacía en plena oscuridad, candil en mano, hundiéndose en la nieve. Grave imprudencia, en 1827 había adelgazado aún más.
La salud de Fryderyk, junto con la de su hermana Emile empezaba a ser preocupante. Ambos fueron en el verano de 1826 a unas curas en los balnearios de Dusznik Zdroj. Mientras que Fryderyk sí pudo recuperarse, Emile sucumbió a la enfermedad. El 10 de abril de 1827 la tragedia golpea a la familia Chopin. Emile muere de tuberculosis a la edad de 14 años. Esta muerte deja una profunda huella en el joven Fryderyk. Un mes antes, Fryderyk describía su enfermedad en medio de una divertida y alegre carta, como si fuera poca cosa. Aquí ya podemos ver una característica que le acompañará toda su vida: su ingenuidad. “Ella empieza a toser, escupe sangre... no come nada; está tan pálida que no se la reconoce...”.

Como adolescente se sentía seguro, feliz, y a menudo malicioso con un fino sentido del humor. Conseguía atraer fácilmente a devotos y duraderos amigos. Aunque siempre fue un hombre inseguro emocionalmente. El hogar de Varsovia era para él un entorno feliz, y a diferencia de las hostiles relaciones paternales de Mozart, Fryderyk adoraba a su padre Mikołaj, cayendo en una profunda depresión a la muerte de éste. En general adoraba y amaba a toda su familia. Su hermana mayor, Ludwika, fue su mejor y más cercana consejera, y la única que pudo estar en su lecho de muerte. Ambos se escribían largas cartas y a menudo Fryderyk le enviaba sus últimas composiciones, especialmente mazurcas, que ella adoraba. (De jóvenes solían tocar el piano a cuatro manos).

De todos sus amigos, que eran muchos, cuatro llegaron a ser sus íntimos: Tytus Woyciechowski, Jan Białobłocki, Jan Matuszyński y Julian Fontana. De ellos, Tytus se ganó el mayor afecto escribiéndole confidencias íntimas después de la muerte de Jan Białobłocki en 1827 por tuberculosis ósea. Fue Tytus quien acompañó a Fryderyk en su segundo viaje a Viena. Tras el levantamiento de Varsovia Tytus volvió para unirse a la rebelión. Después, se casó en 1838 y vivió en su localidad natal de Poturzyn. Tras su huida de Viena, nunca jamás se volvieron a ver, aunque Fryderyk le estuvo escribiendo hasta dos meses antes de su muerte.
En su extraña relación, parecía un romance por correspondencia, con Chopin actuando como ‘amante’ en el sentido retórico. Aunque Fryderyk se dirigía a él como “mi amor” o “mi vida” o le enviaba besos húmedos en la boca, no hay ninguna evidencia que hubiera una relación homosexual.

En una ocasión le escribiría: “Voy a lavarme; no me beses ahora porque aún no me he lavado, ¿y tú? Incluso si me embadurno con aceites bizantinos, no me habrías besado a menos que yo te fuerce a hacerlo mágicamente... Hoy, soñarás que me estás besando.” Tampoco hay evidencias de cartas de Tytus hacia Fryderyk. Parece como si fuese un compañero siempre listo a recibir las confidencias de Fryderyk. En otra ocasión: “Sé que no te gusta que te besen, pero permíteme hacerlo hoy”. Podríamos explicar estas frases como bromas juveniles. Además, no era inusual en los jóvenes hombres de la generación Romántica, particularmente en Polonia, escribir en un lenguaje erótico a hombres amigos. Era la cultura del tiempo y del lugar. “Ámame como yo te amo” no era un saludo tan anormal en el estilo epistolar polaco del siglo xix.
Fue un joven muy culto, antes de los dieciséis ya aprendió francés, que lo hablaba en casa con su padre; alemán e italiano. Siempre curioso con cualquier aspecto cultural, incluso las ciencias. En algunas de sus cartas menciona a sus padres hallazgos científicos como “...el telégrafo entre Baltimore y Washington produce resultados extraordinarios...” o “el descubrimiento de un nuevo planeta, Neptuno”; o “el invento en Londres de un autómata que canta arias de Haydn”.
Su timidez se refleja por ejemplo cuando en 1828 viaja a Berlín acompañado de un zoólogo amigo de Mikolaj, Felix Jarocki. Idolatraba por entonces a Felix Mendelssohn, pero no llegó entonces a conocerlo personalmente porque “me dio vergüenza presentarme a mí mismo”.

Una visita que le impresionaría fue la de Niccolò Paganini en Varsovia. Una vez dijo que los sonidos más puros y perfectos eran la voz humana y el del violín.
De su primer viaje a Viena escribe: “...me aseguran que la gente incluso llegó a saltar en los asientos”. Fryderyk estaba eufórico y entusiasmado. El 18 agosto 1829 escribe: “Si el primer día fui bien recibido, hoy ha sido todavía mejor.”
En Varsovia, el 3 de octubre de 1829 escribe a Tytus: “Para mi desgracia, ya tengo mi ideal, a quien le he servido fielmente, aunque en silencio, durante medio año. Sueño con ella, los pensamientos que me inspira están en el adagio de mi concierto [nº 2], y esta mañana me inspiró el pequeño vals [nº3 re bemol mayor Op. 70] que te envío... No te imaginas lo deprimente que encuentro ahora Varsovia. Si no fuera porque mi familia alegra un poco este lugar, no me quedaría. Pero es muy triste no tener a nadie a quien acudir por las mañanas para compartir las penas y las alegrías; es odioso cuando llevas una carga en el alma y no puedes descargarla. Ya sabes a qué me refiero. A menudo le cuento a mi pianoforte lo que quiero contarte a ti”
La muchacha a la que se refiere era Konstancja Gładkowska. Sin embargo, no hizo ningún esfuerzo en conocerla mejor ni cortejarla. ¿Timidez? ¿Inseguridad? No era un amor real, sino platónico. Es muy probable que Konstancja no supiera ni siquiera que Fryderyk estuviera enamorado de ella. Tras la muerte de Chopin lo que pudo decir de él fue que “era caprichoso, lleno de fantasías y variable”. Que Konstancja fuera uno de los grandes amores en la vida de Chopin es un gran mito romántico. Quince meses después de la partida de Chopin de Varsovia, Konstancja se casó con Józef Grabowski, un rico diplomático. Fryderyk escribiría a Tytus que tenía un “afecto platónico” hacia Konstancja, lo cuál parece cierto, no tenía necesidad de mentir a Tytus.

Se dice que se enamoraba y desenamoraba muy rápidamente. Cuando a finales de octubre de 1829 Chopin visitó al príncipe Radziwiłł en su propiedad campestre escribe a Tytus: “Si fuera por mi placer personal temporal, me habría quedado aquí hasta que me echaran, pero mis asuntos, especialmente el concierto aún inacabado que está esperando con impaciencia que acabe el finale, me espolearon para que abandonara este paraíso. En él hay dos Evas: unas princesas jóvenes, criaturas sensibles y con dotes musicales...” de una de ellas se refiere “...tiene diecisiete años y es guapa; realmente fue un placer guiar sus pequeños dedos”. Hubo también un flirteo adolescente con Alexandrine de Moriolles, la hija del tutor del hijo del Gran Duque Konstanty. En su primera visita a Viena flirteaba con entusiasmo con Leopoldina Blahetka, bella alumna de Czerny. Chopin se había pronunciado él mismo como propenso a enamorarse, o pensar que lo estaba, con muchas mujeres pero siempre muy brevemente. Su biógrafo Niecks observa que podía amar apasionadamente a tres mujeres en el curso de un tarde en alguna fiesta y olvidarlas tan pronto cuando regresaba.

Poco antes de marcharse definitivamente de Varsovia confiesa: “Tengo la impresión de que me voy para no volver nunca. ¡Qué triste debe de ser morir lejos de los nuestros!” Su profecía se cumplió.

El 11 de octubre de 1830 dio su concierto de despedida, y Fryderyk se las arregló para que en él participara su idolatrada Konstancja.
Seis días después de llegar a Viena con Tytus, estalla la rebelión en Varsovia, el 29 noviembre de 1830. La leyenda cuenta que ante la noticia, Chopin compuso de un tirón el famoso estudio ‘Revolucionario’ (Op. 10 nº 12) cuyo nombre lo puso por primera vez Franz Liszt. Pero es falso, fue terminado en 1831 ó 1832, y además, todas sus obras publicadas en vida están intensa y escrupulosamente trabajadas. Tytus vuelve a Polonia para unirse a los insurrectos, y Fryderyk, solo y ante las pocas expectativas en Viena da las primeras muestras de desórdenes emocionales y depresión: “Hoy estoy sentado sólo y en batín, mientras escribo al tiempo que no ceso de morderme el anillo. Si no fuera porque sería una carga para mi padre, regresaría. Maldigo el día en que me fui. No paro de asistir a veladas, conciertos y bailes, pero me aburren mortalmente; para mí todo lo que hay aquí es triste y deprimente. Tengo que vestirme y arreglarme para salir: en compañía de otras personas debo parecer tranquilo, y cuando llego a casa me desahogo en el piano
Y en enero de 1831 a Jan: “¿Qué hacen mis amigos? ...moriría por vosotros, ¿por qué estoy tan solo? ¿es que solamente vosotros podéis estar juntos en un momento tan espantoso? ...Hoy es Año Nuevo ¡de qué manera tan triste lo empiezo! Quizás no lo acabe. Abrázame. Tú te vas a la guerra. Vuelve hecho coronel. Buena suerte a todos vosotros. ¿Por qué no puedo yo tocar el tambor?”

Su compleja personalidad también incluía una aversión a tomar decisiones sobre importantes cosas de la vida, rogando a sus padres y amigos que le dijese qué hacer. “Sabes que soy la persona más indecisa en el mundo” escribiría a Jan Matuszyński.
Al final, siguió su propio instinto y abandonó Viena el 20 de julio de 1831 en ruta hacia París pasando por Linz, Salzburgo, Munich y Stuttgart, suplicando a los suyos que le enviaran fondos a Munich lo más pronto posible. Ya que la embajada rusa en Viena había rechazado sellar su pasaporte para viajar a Francia, fue autorizado a ir sólo tan lejos hasta Munich. Chopin tenía que viajar con pasaporte ruso porque Varsovia era parte de Rusia. El embajador francés, Monsieur Maison selló el pasaporte y con él Chopin fue a los rusos para pedir acreditación de ir a Londres pasando por París. En el pasaporte se anotó “de paso” hacia París. Chopin, posteriormente bromearía que pasó su vida “de paso” en París.
Fryderyk Chopin llegó a París en la tarde del 11 de septiembre de 1831 y con su acento polaco le preguntó a un oficinista de la terminal de carruajes dónde podía hospedarse. Éste le recomendó una fonda en la calle Cité Bergère. Allí en esa pequeña habitación estaría por casi dos meses.

La Revolución en Francia de 1830, la llamada ‘Monarquía de Julio’ marcó el posterior devenir de Fryderyk Chopin en París. El movimiento llamado Romanticismo, en esa época, acentuaba la realidad y el individualismo así como las emociones y la sensualidad, y surgió junto con dicha Revolución. Si la Revolución de 1789 destruyó la monarquía absoluta y la anciana aristocracia, la revolución de 1830 creó un nuevo orden llevando la burguesía al poder. El duque de Orleáns fue coronado Rey de Francia como Louis Philippe. Bajo el reinado de la ‘Monarquía de Julio’ el Romanticismo en las artes experimentó un gran auge y Chopin apareció en la escena en el momento álgido y apropiado para brillar y triunfar.
Por esta época su personalidad era enormemente encantadora, su apariencia impecable, de exquisitas maneras, muy seguro de sí mismo profesional y musicalmente. Con voluntad de hierro, gran trabajador, disciplina y un gran talento como hombre de negocios. Adorado por todas las mujeres de todas las edades y apreciado y respetado por hombres.
Al mismo tiempo, era un hombre misterioso, reservado. Erigía murallas sobre su persona para proteger su siempre deteriorada salud física, y corazón y alma torturada que nunca desnudaba a casi nadie. De personalidad compleja, anhelaba compañía, pero se confiaba a muy pocos, y buscaba aislamiento. En una carta a Tytus se quejaba: “No creerías cuán triste me siento de no tener a nadie a quien llorar. Tú sabes con qué facilidad consigo relaciones, sabes cómo me gusta la compañía humana...pero luego estoy hasta el gorro de tales conocidos...no hay nadie, nadie a quien le pueda suspirar. Por eso sufro...incluso mientras te escribo no soporto el toque del timbre de la puerta.”
De hecho, Chopin tenía dos personalidades muy distintas: una personalidad polaca privada, cálida y encantadora, exclusiva para aquellos con quienes él se sentía más cercano (la mayoría, pero no todos, otros polacos), y una pública, impecablemente educado, pero frío y distante.
Sufría de típicos cambios bruscos de humor maniaco-depresivos que a veces eran violentos. Cuando estaba profundamente deprimido se encerraba con llave en su habitación durante días, sollozando suavemente.
Frecuentado por constantes premoniciones de una muerte inminente, Chopin estaba dotado sin embargo de un malicioso sentido del humor sobre él mismo y sobre los demás. A menudo hablaba despreciativamente de su gran nariz. En ocasiones se despedía en sus cartas a Sand refiriéndose él mismo como “tu anciano momificado”.
Era un comediante natural y espontáneo, caricaturista, podía haber sido un actor excelente. Le encantaba la mímica y la practicaba con frecuencia, gustándole mucho imitar y caricaturizar a otros pianistas, especialmente a Franz Liszt, con su dramático estilo rimbombante. Chopin tenía los ojos vivos de un novelista o periodista satírico, chorreando colorido y descripciones maliciosas, normalmente en cartas hacia su hogar, sobre extranjeros, conciertos, otros compositores y artistas, y sus editores musicales, a quienes llamaba a menudo “esos tramposos perros de caza judíos”. Sus críticas las confiaba en cartas personales y conversaciones con unos pocos selectos amigos, sobretodo antiguos compañeros de colegio en Varsovia.

En su día a día, Chopin podía ser alternativamente egoísta e inmensamente generoso, extremadamente considerado y extremadamente desconsiderado con la gente, arrogante y humilde, profundamente suspicaz y confiado, y explosivamente irritable. Era un perfeccionista, incluso pedante a veces. Retocaba las obras incluso en el mismo momento de entregarlas para editarlas. Era tan perfeccionista y maniático que daba estrictas normas a su amigo Fontana de cómo tenía que ordenarse el apartamento que había alquilado, incluso dibujando croquis. En una ocasión escribía a Fontana: “Ten cuidado con mis manuscritos, no los arrugues, no los ensucies, no los rompas...tiemblo por mis papeles.”
Era un hombre de supremo buen gusto, extremadamente elegante, y obsesionado siempre con ir a la moda, con sus inmaculados e impecables guantes blancos. Hacía girar la vista de las francesas hacia él, haciendo a los hombres celosos de él. Liszt escribió: “Había tanta distinción en su postura y sus gestos tenían la marca de una buena crianza tal que era tratado como un príncipe”.
Era eminentemente práctico, sobretodo con el dinero, necesario para pagar su altísimo estilo de vida, incluyendo, no mucho después de su llegada a París, un caballo alquilado, carruaje, cochero, y un mayordomo las veinticuatro horas del día. Para hacerse una idea, cobraba 20 francos la hora de piano, daba unas cinco horas diarias, así que ganaba unos quinientos francos a la semana. Esto sin contar ingresos por conciertos o ediciones musicales. Un doctor cobraba unos diez francos por una asistencia, y un trabajador medio entre diez y quince francos a la semana.
Admiraba a muy pocos compositores coetáneos. Un ejemplo de ello lo tenemos cuando Robert Schumann tras leer las ‘Variaciones sobre Là ci darem la mano’ de Chopin exclamó en la ‘Allgemeine Musikalische Zeitung’: “¡Señores, quítense el sombrero, un genio!”, pero Chopin, mostrando la descortesía con la que a menudo trataba a otros compositores, no hizo ningún esfuerzo para agradecérselo a Schumann. Nunca tuvo palabras de elogio hacia el músico alemán, aunque había cordialidad entre ellos, y le dedicó su Balada nº 2, pero a veces lo ridiculizaba:
“Figúrate [decía a Tytus] que en el quinto compás del adagio cuenta cómo Don Juan besa a Zerlina en el Re bemol mayor! ¡La imaginación de este alemán es para morirse!”. Es posible que sintiera competencia de rivalidad, al ser publicada por aquel entonces la gran obra ‘Papillons’, de Robert Schumann. Otro ejemplo lo tenemos en una carta a Elsner hablando de Cherubini, que había entrado ya en los setenta años, y al que tachaba de “momia seca”. En otra ocasión, Wilhelm von Lenz, un distinguido pianista alumno de Chopin recuerda una escena cuando Meyerbeer llegó sin anunciarse mientras tocaba una mazurca. “’Eso está en 2/4’ dijo Mayerbeer. Lo volvió a repetir mientras Chopin, lápiz en mano batía el tiempo sobre el piano. ‘2/4’ una vez más repitió calmadamente. Sólo he visto una vez a Chopin perder los nervios. Sus pálidas mejillas se pusieron rojas. ‘Está en 3/4’ dijo en voz grave. ‘Te lo demostraré’ replicaba Meyerbeer. Chopin casi vociferaba ‘¡Está en 3/4!’ cuando normalmente no elevaba su voz más allá de un murmullo. Me apartó y se sentó al piano. Tres veces tocó la mazurca contando en voz alta y marcando el ritmo con los pies. Meyerbeer no se convenció y salieron enfadados. Estaba claramente en 3/4”.
Otro ejemplo lo tenemos en la crítica que hace en tono de humor del compositor Sowiński: “No lo puedo soportar cuando suena el timbre y ‘algo’ con un bigote, grande, alto, obeso, entra y se sienta al piano, y esa cosa no sabe ni ella misma qué está improvisando...’Eso’ golpea, estalla sin sensibilidad, se lanza sobre el piano, cruza las manos, truena durante cinco minutos sobre una sola tecla con un dedo gordo que en alguna parte de Ucrania estaría hecho para látigos y riendas. Aquí tienes un retrato de Sowiński. Si alguna vez se puede mostrar charlatanería y estupidez en arte, no sería tan perfecto como lo que tengo que escuchar caminando habitación arriba y abajo. Mis orejas se enrojecen, me gustaría echarlo por la puerta, pero tengo que contenerme, incluso ser tierno. No puedes imaginar nada como eso, pero como ellos (‘ellos’ que sólo saben de corbatas) lo consideran como alguien, tengo que fraternizar”.
Ryzsard Przyblzski, un historiador de música polaco comenta que Beethoven seguramente lo hubiera arrojado por la puerta. Había definitivamente un toque de hipocresía en Chopin. En menos de un mes después de escribir esta feroz carta invitó a Sowiński a un concierto en grupo. Fryderyk usaba comúnmente la expresión “componer a la Sowiński”.
También se refirió a Friedrich Wieck como “muy estúpido”.
Los franceses como pueblo también fueron blanco de su desdén privado. En Stuttgart cuando supo de la caída de Varsovia deseaba “que caiga el peor castigo sobre Francia“, comprensible por el inestable estado emocional del momento, pero menos comprensible en otra ocasión sus palabras: “Tengo testigos quienes se maravillan, junto conmigo, que los franceses son estúpidos”. Y hacía chistes y burla de los errores de pronunciación y ortografía de los nombres de héroes polacos del levantamiento realizados por actores franceses.
Tampoco él llegó a dominar por completo el francés, manteniendo su francés con acento polaco y cometiendo numerosas faltas ortográficas en sus cartas. Tampoco pensaba muy distinto de los gobernantes franceses, pues alguna vez llamó al Rey Louis Philippe “tonto”. “Es una extraña nación” comentaba en la misma carta.
Sin embargo, a pesar de ser un crítico, aborrecía las críticas hacia su música o sus interpretaciones pianísticas. Según Frederick Niecks ésta era una gran tragedia para Chopin: “Había muchos hombres de menos valía que ganaban laureles mientras que él fracasaba para obtener una aclamación popular justa. Esto para él era una desilusión, la cual, como un cáncer maligno, le torturaba cruelmente y lentamente le consumía”. “La oposición e indiferencia, que estimula a las más vigorosas naturalezas, afectaban a Chopin tanto que le hacían marchitar”. .
Entre las críticas que tenía que soportar, algunas de la Gazette musicale “Es muy difícil no ser monótono en un concierto para piano”. O esta de 1837 tan feroz sobre sus composiciones: “Va en busca de una idea, la escribe, la modula por todas las veinticuatro tonalidades, y si la idea falla, la escribe sin ella y concluye la pequeña pieza de forma agradable”. Aunque no todas las críticas eran negativas. La Gazette musicale escribiría sobre un concierto celebrado por Chopin y Liszt: “Los más grandes pianistas de nuestra época.”, y en 1838 “¿Quién es el mejor pianista, Liszt o Thalberg? Dejad que el mundo conteste...¡Chopin!”.
Su exagerada sensibilidad fue sin duda la razón principal de su reticencia a tocar en público en grandes salas, mientras que se sentía más cómodo en salones con un grupo reducido de gente que además conocía. Fue de los que menos conciertos públicos dio entre los pianistas de renombre, sólo treinta en treinta años, desde 1818 a 1848. Una vez explicó sus sentimientos a Liszt: “No estoy preparado en absoluto para dar conciertos, la multitud me intimida, su respiración me sofoca, me siento paralizado por miradas curiosas, y las caras desconocidas me enmudecen”.Como ejemplos de su agudo sentido del humor hay muchas anécdotas. En su primer viaje a Londres, 1837, descubriendo una compañía inglesa llamada Duppa & Co., informaba que “aquí tienen Duppy (plural de la palabra polaca ‘Duppa’ [culo]) extendidos por todos los letreros. ¡¡Ahora podemos elogiar a Londres!!”
En Mallorca, y ante el preocupante estado de su salud, Chopin cuenta a Fontana de forma perspicaz que los tres médicos más famosos de la isla le examinaron: “Uno olió lo que yo había escupido, el segundo dio golpecitos desde donde yo había escupido; el tercero me tocó y escuchó cómo había escupido. El primero dijo que me muero, el segundo que me estoy muriendo y el tercero que moriré”.
En otra ocasión, Sand narra una divertida escena a su amiga Marie de Rozière, ante el caluroso verano de 1846: “Chopin está completamente sorprendido con el sudor. Está infeliz, y se queja que se mantiene lavado y limpio, pero huele. Nos hace reír hasta el punto de hacernos saltar las lágrimas de ver cómo este ser tan etéreo no consiente en sudar como cualquiera...Huele a agua de colonia, pero le decimos que huele como un carpintero, y va volando hacia su habitación como persuadido de su propio olor...Abrazos, Chopin no, ¡él huele!”Pocas composiciones específicas, si las hay, parecen reflejar su humor o estado de salud en el momento particular de su creación.
En París pronto se hizo con un buen círculo de buenos amigos. Sus mejores amistades fueron Franz Liszt, el pianista Ferdinand Hiller, el compositor Felix Mendelssohn, el violonchelista Auguste Franchomme, el pintor Eugène Delacroix, el poeta Mickiewicz, los condes Plater, el príncipe Czartoryski y su familia; la bella cantante Delfina Potocka, el marqués de Custine, homosexual declarado; el cantante Adolph Nourrit, que se suicidó años más tarde por celos; el conde polaco Wojciech Grzymała, sus amigo de la infancia y pianista Julian Fontana y Jan Matuszyński; el cónsul español Manuel Marliani y su esposa Charlotte; el poeta Heine, el constructor de pianos Camille Pleyel, el editor Schlesinger, el banquero Léo, la cantante Pauline Viardot y su marido Louis; el poeta Stefan Witwicki; la familia Rothschild, la más poderosa financieramente de Francia; la familia real polaca Radziwiłł; el compositor y pianista Charles Valentin Alkan; y Marie de Rozière.
Franz LisztLa relación con Franz Liszt, sin embargo, fue siempre compleja, fluctuante y conflictiva. Chopin se uniría a él en grandes conciertos, y le confesaba su admiración por la maestría al piano, pero también era capaz de decir horrores a sus espaldas. En una carta a un amigo: “...uno de estos días será un miembro del Parlamento o quizás incluso el Rey de Abisinia o el Congo”.
En una carta a Hiller: “Escribo sin saber qué está garabateando mi pluma porque en este mismo instante Liszt está tocando mis estudios, y me transporta más allá de los límites del pensamiento racional...me gustaría robarle su forma de interpretar mis propias creaciones.”
Sobre 1842 las relaciones con Liszt se enfrían muchísimo; además, su amante, la celosa y posesiva Marie d’Agoult se convirtió en enemiga feroz de George Sand, intercambiando con ella sucias cartas, pues creía que Sand tenía un asunto amoroso con Liszt.
En realidad, fue Chopin quien eligió distanciarse de Liszt, que posiblemente envidiara su talento al piano, mientras que el húngaro, a pesar de ocasionales comentarios punzantes sobre Fryderyk, permaneció siempre como su admirador fiel. En la etapa más fría, Liszt escribe: “Quiero tener esta oportunidad para repetir una vez más, incluso si me consideras aburrido, que mi amistad y admiración por ti siempre permanecerá sin cambios, y que puedes disponer de mí como amigo bajo cualquier circunstancia”. Se desconoce si Chopin respondió, ni cómo.
Como ni los mayores genios están exentos de errores, el ídolo de Fryderyk fue el pianista Kalkbrenner, a quien Liszt le consideraba pianista de segunda fila. Lleno de una vanidad sin límites, Kalkbrenner le dijo que si quería perfeccionarse tenía que trabajar tres años bajo su dirección. Chopin, desconcertado, aceptó que le diese algunas lecciones. Muchos pusieron el grito en el cielo. Liszt le aconsejó no seguirlas, al igual que Mendelssohn.
Era un frecuente y altamente predilecto invitado en muchos salones parisinos; a veces estaba sentado al piano hasta casi el amanecer encantando a la audiencia principalmente con sus propias obras (Chopin tocaba en público casi sin excepción siempre su propia música) y con payasadas de imitaciones a otros pianistas y compositores, imitando además de sus gestos incluso sus voces.
Beethoven improvisaba admirablemente. Pero Chopin no tuvo quien se le pudiera comparar, aunque ambos sabían que las obras pensadas sobrepasan a las improvisadas. Es una trágica pérdida que ninguna de sus improvisaciones fuesen transcritas por camaradas músicos que le escuchaban. Entre sus salones preferidos estaban los del príncipe Czartoryskis y los del conde Ludwik Plater.
Un ‘salón’ parisino era como un hotel particular. Una o dos veces por semana se organizaban cenas, donde había abundancia y suculencia. Después llegaban invitados y se organizaban conversaciones cultas; trajes de noches, alhajas, una voluptuosa penumbra, atmósfera de lujo y bellas jóvenes emocionadas con la música.
Sin duda, el acceso a la sociedad de alto nivel de París (miembros de la familia real francesa, aristocracia, burguesía poderosa, y diplomáticos extranjeros) fue esencial en el progreso de Chopin hacia una posición alta y en la adquisición de alumnos que tenían tanto talento como dinero. Fue lo suficientemente práctico como para entenderlo y mantendría estas relaciones para el resto de su vida.
Chopin desarrolló la costumbre de dedicar sus obras a amigos especiales (Tytus, Delfina y Liszt) o personas influyentes a quien debía favores o de las que esperaba obtenerlos. Curiosamente nunca dedicó nada oficialmente ni a Konstancja, ni a Maria Wodzińska ni a George Sand. George en cambio le dedicó a Chopin su novela ‘La Mare au diable’, una de las mejores.
La paradoja central en Chopin fue que su confianza en sí mismo como músico fue contrarrestada con recurrentes compasión de sí mismo como persona.
En el verano de 1834 llega a París Jan Matuszyński (Jaś), probablemente el amigo más íntimo después de Tytus. Fryderyk lo invitó a compartir su apartamento de Chaussée d’Antin. Podía hablar polaco cuando quisiera, siempre deseoso de hacerlo. Pero al final de 1836 Jaś contrae matrimonio y Fryderyk vuelve a vivir sólo.
En 1835 sucedió un hecho muy importante para su vida emocional. Se enteró que sus padres estaban planeando tomar una cura en el balneario de Karlsbad (hoy, Karlový Varý). No los veía desde hacía cinco años y decidió darles una sorpresa. Las cuatro semanas del verano de 1835 que pasó con sus padres fueron sin duda las más felices de toda su vida. Hacía poco que había obtenido el pasaporte francés y era libre para viajar. Fryderyk escribe a sus hermanas: “¡Nuestra felicidad es indescriptible! Nos abrazamos y nos abrazamos y ¿qué más podemos hacer?... Qué amable es el Señor con nosotros... Lo que escribo está sin orden, es mejor no pensar en nada hoy: disfrutar de la felicidad para la cual uno ha vivido. Los mismos padres, aunque han envejecido un poquito. Paseamos... hablamos sobre vosotras. Bebemos, comemos juntos, nos acariciamos, nos reñimos. Estoy en el colmo de la felicidad. Las mismas costumbres, los mismos movimientos con los que me he criado... la misma mano a quien no he besado durante tantos años... Es imposible juntar mis pensamientos y escribir sobre otra cosa que no sea de lo felices que somos... Hoy se ha cumplido nuestra felicidad, felicidad y felicidad...”.
El 14 de septiembre los Chopin se despidieron de su hijo de vuelta a Varsovia. Fue la última vez que se verían. Justyna apenas podía mantener las lágrimas en la última cena. Fryderyk se conmovió tanto que tras la marcha de sus padres pasó el resto del día encerrado en su habitación.
Las emociones no iban a acabar ahí. Tras la despedida de sus padres se dirigió a Dresde a visitar a la rica familia Wodziński, amigos de la infancia, cuyos hijos, Felix y Antoni habían sido compañeros suyos de colegio. De joven había jugado y tocado al piano para la pequeña Maria Wodzińska. Pero ahora Maria tenía dieciséis años. Se enamoraron rápidamente en las dos semanas que allí estuvo. Prometieron verse el siguiente año. Los Wodziński le trataban como de la familia y al principio veían bien la relación con su hija.
El año de 1836 lo pasó Chopin pensando tener un compromiso real de formar una familia con Maria y planeaba volver a Dresde ese mismo año. Recibió una carta de Teresa Wodzińska, madre de Maria; iban para el balneario de Marienbad, y Fryderyk cambió sus planes dejando París a mitad de julio para ir hacia Marienbad. Fryderyk enseñaba el piano a Maria, ésta hacía bocetos a la acuarela de él. Pasaron casi un mes juntos. Según Józefa, la hermana de Maria, estaba en muy buen humor todo el tiempo. Sin embargo, otros le recuerdan como egoísta y brusco. Cuando Rebecca Mendelssohn, la hermana de Felix Mendelssohn, que estaba en Marienbad, le pidió que tocara al menos una mazurca, Chopin lo rechazó de forma tan brutal que ella escribió una carta de amarga queja hacia su hermano. Para muchos conocidos, Fryderyk aparecía tenso e irritable, excepto cuando estaba con los Wodziński. Pero Fryderyk ese año estaba muy pálido y tosía mucho. A Teresa le preocupaba ese estado de salud. El médico de los Wodziński concluyó que para preservar su salud tenía que llevar un estilo de vida cuidadoso. Teresa decidió que la obediencia de Fryderyk tenía que ser testada durante un año. Estas discusiones las mantuvieron durante la hora del crepúsculo en la víspera de su partida. Chopin aparentemente accedió a seguir sus consejos, pero estaría fuera de su carácter y estilo de vida seguir aquellos consejos. En 1837 ya él sabía que Maria no iba a ir
Sobre donde Chopin guardó todas las cartas de Maria y Teresa Wodzińska y las tituló ‘Moja bieda’contra la voluntad de sus padres, así se lo había avisado su amigo y hermano de Maria, Antoni. En sucesivas cartas de 1837 Teresa le estaba avisando indirectamente que no contaba con él para sus planes con su hija. A pesar de ello, Fryderyk aún esperaba ser invitado a Dresde ese año. Una carta de contenido desconocido le hizo ver la dura realidad informándole, parece que los Wodziński no iban a ir a Dresde. Chopin pasivamente aceptó el veredicto. En su apartamento, Chopin juntó todas las cartas de Maria y Teresa Wodzińska junto con una rosa que su prometida le había dado en Dresde. Las colocó en un sobre en el cuál escribió “¡Moja Bieda!” (Mi pena) y las ató con un lazo azul. Las mantuvo hasta su muerte, después de todo, Fryderyk era un sentimental.
Ironías de la vida, Maria se casó en 1841 con el adinerado hijo de Fryderyk Skarbek (dueño de Żelazowa-Wola), después se divorció, se volvió a casar y quedó viuda.
Más allá de las cuestiones de salud, las causas de la ruptura están más bien en los inciertos ingresos del compositor y que los Wodziński querían que Maria se casase con alguien de mayor posición social.
George Sand (Aurore Dupin)Fue muy interesante el primer encuentro de Fryderyk con George Sand, la tarde del 24 de octubre de 1836 en el Hotel de France, recepción dada por Liszt y su amante Marie d’Agoult. Chopin tocaba en turno junto con Liszt y Hiller mientras George escuchaba pensativamente fumando un puro. Vestía un atuendo masculino. Según Niecks fue George Sand quien tenía interés en conocerle después de haber escuchado alabanzas sobre su música, y pidió a su amigo Liszt concertara ese encuentro. La reacción de esa extraña mujer en Chopin fue “¡Qué mujer más repulsiva! ¿Pero es realmente una mujer? Lo dudo.” Sand escribió poco después sobre él que era “alguien tan noble, tan aristocrático”. Pero esa primera negativa impresión duró muy poco. El 5 noviembre la invitó a una cena privada junto con Liszt y Marie d’Agoult. Y el 13 de diciembre George fue la invitada de honor en una fiesta privada de un grupo selecto: Liszt, Marie, el marqués de Custine, Adolphe Nourrit y cinco amigos polacos de Fryderyk. George Sand vestía un traje blanco con fajín rojo (los colores de la bandera polaca). Chopin estaba entusiasmado. En su diario que mantenía irregularmente escribía: “La he visto tres veces. Me mira profundamente a mis ojos mientras toco. Mi corazón bailaba con ella...y sus ojos sobre mis ojos, ojos sombríos, singulares, ¿qué es lo que estarán diciendo? Se inclinaba sobre el piano y su mirada efusiva me inundaba... ¡Mi corazón fue capturado!... Aurora, ¡qué encantador nombre!”. Curiosamente no la llamaba nunca ni Aurore ni George, sino Aurora. Parecía enamorado, sin embargo el ‘affair’ Maria aún no había acabado. Otra curiosidad es que George Sand descendía de genes polacos, concretamente de un rey polaco, Fryderyk-August II Rey de Polonia y del hijo bastardo de éste, Maurice de Sajonia, su bisabuelo. George Sand es su nombre artístico. Su verdadero nombre fue Aurore Dupin. Tuvo una infancia atroz. Se crió prácticamente sin padre y a los diecisiete años ya era la dueña de la mansión de Nohant. Tenía muchos conocimientos de música, montaba a caballo y leía a los grandes filósofos y poetas. Trabajadora infatigable, dotada de un gran talento de escritor y de una imaginación sin límites. Católica ferviente, luego vagamente cristiana y al final socialista de izquierdas. Tuvo una vida emocionalmente tumultuosa, con un fracasado matrimonio y con numerosos amantes. Es muy probable, que su hija Solange fuese el resultado de uno de sus amantes, Stéphane Ajasson, y ocasionalmente George se refería a Solange como “Mademoiselle Stéphane”. En 1831 nació George Sand como escritora. Comenzó escribiendo junto con su amante Jules Sandeau. Su segunda novela ya la escribió sola pero no quería poner su verdadero nombre. Jules Sandeau vino con la solución. Le propuso que su primer nombre fuera George, el nombre del santo que se celebraba aquel día; y como apellido una contracción de Sandeau para inmortalizar su mutuo amor. Aurore usó su nuevo nombre en cualquier ocasión, tanto personal como profesional. Así, el nombre ‘George Sand’ nació en abril de 1832.
Fryderyk Chopin, acuarela de Maria Wodzińska, 1836A pesar de haber conocido a Fryderyk Chopin en el invierno de 1836, siguió manteniendo contactos con sus amantes por carta, e incluso con esporádicos contactos sexuales. Pero el interés de Sand por Chopin iba en aumento. Fryderyk, por su parte, a pesar de su primer entusiasmo que pronto se apagó, se mantenía alejado pensando todavía en la posibilidad de casarse con Maria. Sand le pidió a Liszt que invitase a Chopin a Nohant en la primavera de 1837. “Dile que yo le pido que te acompañe [a Nohant], que Marie [d’Agoult] no puede vivir sin él, ¡y que yo le adoro!”. En abril va más allá aún escribiendo a Marie d’Agoult: “Por favor, dile a Chopin, a quien adoro, y a todos a quienes queremos, que serán bienvenidos si tú los traes.” Pero Chopin eligió no responder todas esas peticiones.

En otoño de 1837 Sand intentó aproximarse a través de un amigo común, Wojciech Grzymała, conocido como Albert por su nombre impronunciable. Es probable que a través de Grzymała, Chopin y Sand se encontraran varias veces pero no hay registro de ello, posiblemente por la gran cantidad de cartas perdidas.

Su relación tomó un nuevo impulso el 25 de abril de 1838 cuando a sugerencia de George, Charlotte Marliani invitó a Chopin a una recepción en su hogar. Incluso si se vieron el pasado octubre, no hay explicación porqué no hubo más contactos hasta abril. Algunos biógrafos registran que fue Marie d’Agoult quien mantuvo a Chopin fuera de Sand para castigarla por supuestos flirteos con Liszt. En el mundo parisino hubo muchos rumores sobre Liszt y George aunque nunca fueron confirmados. Al siguiente día, el 26, Sand le escribe la famosa nota: “Alguien que te adora – George!”







Villa son vent, dibujo de Maurice Cartuja de Valldemossa“Esto es el paraíso absoluto” escribe Sand a Marliani. Pero Fryderyk quiso mantener oculta esta relación, quizás debido a sus amigos aristócratas polacos conservadores. Y Mallefille, el último amante de George no digirió bien el nuevo status de George y cuando se dio cuenta que había sido reemplazado por Chopin juró venganza. Un día cuando ella salió del apartamento de Chaussée d’Antin le amenazó con una daga y desafió a Chopin a duelo. ¿Fryderyk, que nunca había usado un arma en su vida, batiéndose con el poderoso Mallefille? era absurdo. Grzymała intercedió y Mallefille abandonó la idea.



No se sabe ciertamente quién tomó la iniciativa ni por qué de pasar el invierno en Mallorca. Quizás el asunto de Mallefille, también para seguir ocultando su relación, y otra cuestión era el reumatismo del hijo de Sand, Maurice, que necesitaba un clima cálido. Por otra parte, Chopin se comprometió a componer una serie de preludios y lejos de París sin las clases y compromisos sociales sería una buena oportunidad. Su primera idea fue ir al sur de Italia. Pero sus amigos españoles, Marliani y Mendizábal le aconsejaron la isla de Mallorca.
Para evitar chismorreos partieron por separado y se encontraron en Perpignan. Primero lo hizo Sand el 18 octubre, con sus hijos Maurice y Solange, y con su medio hermano Hippolyte y la criada Amelia. “Salimos al amanecer...ámame ángel mío, mi felicidad. Te amo” envía Sand a Fryderyk. Chopin parte de París el 27 octubre con Mendizábal, el ministro español. El 31 de octubre se encontraron y Sand escribe a Marliani que Chopin parecía “tan fresco como una rosa y tan rosado como un rábano”.
La convivencia y relación con los hijos de Sand fue determinante en la vida de Chopin, y mucho tuvo que ver con la posterior ruptura años más tarde. Desde el principio Maurice, de quince años, mostró desdén hacia Fryderyk. Sand trataba a su nuevo amante como su tercer hijo. Maurice tenía celos y resentimientos hacia esta relación. Sin embargo, Solange, de diez años encontraba a Chopin encantador. En la mañana del 1 de noviembre, Chopin, Sand, sus hijos y Amelia embarcaron hacia Barcelona. Allí pasaron cinco días antes de dirigirse a Palma. Llegaron a Palma el 8 de noviembre. En Palma no había muchos lugares para hospedarse. Encontraron un sucio apartamento en una calle pobre. Pronto se mudaron a una casa de tipo mediterráneo, en So’n Vent. Para Chopin, los primeros días de Mallorca fueron de gran felicidad. El 15 noviembre escribe “Estoy en Palma, junto a palmeras, cedros, cactus, olivos, naranjos, limoneros, áloes, higueras, granados, etc. El cielo es como turquesa, el mar como lapislázuli, las montañas como esmeraldas, el aire es un paraíso...en una palabra, es una vida maravillosa”. El tiempo fue perfecto y maravilloso durante las tres primeras semanas. Pero el piano Pleyel no llegaba, irritando a Chopin. Sand consiguió alquilar un piano mallorquín de pésima calidad, de sonido tan feo que lo frustraba aún más. Chopin escribe a Pleyel: “Sueño con la música, pero no puedo tocarla”. Chopin fue capaz de componer en ese abominable piano la mazurca Op. 41 nº 2 llamada Palmejski (una de las más bellas y tristes).
Y las lluvias llegaron el 6 de diciembre, en palabras de Sand “fue el diluvio... en realidad no hacía tanto frío, pero para nosotros acostumbrados a calentarnos en invierno, esta casa sin chimenea era como un manto de hielo sobre nuestras espaldas”. Pronto se resintió la salud de Chopin. A partir de aquí todo empeoró hasta convertirse en lugar infernal.
Para colmo, se corrió la voz entre los habitantes de la isla que Chopin era tísico. El dueño de So’n vent, el Sr. Gómez les expulsó de su villa y demandó fuertes cantidades de dinero con el pretexto de tener que ‘desinfectar’ la casa. El mobiliario fue quemado. El cónsul francés, Pierre Fleury, les acogió momentáneamente hasta que las celdas del monasterio de La Cartuja quedasen libres el 15 de diciembre. En la isla ya no eran bien recibidos, tratándoles como parias. El pueblo estaba escandalizado por la conducta de aquellos franceses que nunca iban a misa. Las lluvias no cesaban, la salud de Chopin se derrumbaba y Sand se obstinaba en permanecer en Mallorca todo el invierno. Las celdas del monasterio eran húmedas y frías. A pesar de todo, Maurice sí se recuperó.
Al fin el piano llegó pero fue retenido en Aduanas y tuvieron que pagar una fuerte cantidad por él. Chopin escribe a Fontana el 28 de diciembre “Aquí la gente son unos ladrones porque nunca ven forasteros y no saben qué pedir por las cosas. Las naranjas son gratis, pero un botón de mis pantalones cuestan una fortuna.” El piano Pleyel llegó al monasterio en los primeros días de 1839 siendo capaz de completar los veinticuatro preludios, dos polonesas, una balada y un scherzo. Un tiempo record para él. En febrero la situación fue insostenible. Sans escribe, “mientras el invierno avanza, la tristeza paraliza más y más mis esfuerzos para alegrar...el estado de nuestro inválido crece siempre a peor...nos sentimos prisioneros, lejos de toda ayuda y de toda simpatía...la muerte parece suspendida sobre nuestras cabezas para agarrar a alguno de nosotros”. Sand resumió la expedición de Mallorca como “un castigo para él y un tormento para mí”. Sand tuvo que renunciar a ver la primavera de Mallorca. El 11 de febrero abandonaron la isla. Y para añadir insulto a la injuria navegaron rodeados de una piara de cerdos en un sucio compartimento, prohibiéndoles salir por temor a extender la enfermedad de la tisis. Chopin llegó a Barcelona escupiendo tazones de sangre y arrastrándose como un fantasma, estando al borde la muerte.
Desde que puso pie en Barcelona mejoró milagrosamente.
Vinieron meses de mucha ternura. Sand escribe a Charlotte Marliani: “Este Chopin es un ángel. Su bondad, sensibilidad y paciencia me preocupa a veces; parece que es demasiado delicado e inusual para una criatura así vivir tanto tiempo nuestra dura vida sobre la tierra. Estando mortalmente enfermo, creó en Mallorca música que irresistiblemente nos lleva a pensamientos de paraíso”.

Chopin vio por primera vez Nohant el 1 de junio de 1839. Aquello le recordaba su casa natal de Żelazowa-Wola. Su única obligación en Nohant era unirse a la familia y frecuentes invitados para cenar a las cinco de la tarde. Fryderyk se pasaría la mayor parte del tiempo trabajando en su habitación soleada de la segunda planta.
Como curiosidad, el famosísimo retrato de Fryderyk Chopin pintado por su amigo Eugène Delacroix, en realidad fue un doble retrato, en la derecha a Chopin y en la izquierda George Sand, de pie detrás de él. El retrato nunca fue completado excepto los rostros, aparentemente porque a Chopin no le gustó, y el lienzo permaneció en su taller hasta la muerte de Delacroix, en 1863. Entre 1865 y 1873 (nadie lo sabe) algún culpable no identificado partió el retrato en dos partes. La parte de Chopin se expone en el Louvre, la izquierda de George Sand en el Museo Ordrupgaard, Copenhague.

El 20 de abril de 1842 golpea sentimentalmente a Fryderyk: su amigo íntimo Jan Matuszyński (Jaś) muere de tuberculosis. Tenía exactamente la misma edad que Chopin. George Sand, presente también en el lecho de muerte recuerda que Matuszyński murió “después de una larga y terrible agonía, la cual el pobre Chopin soportaba casi como si hubiese sido la suya...Estaba sorprendentemente fuerte, con coraje y con devoción para un ser tan frágil. Pero al final se derrumbó.”

El secretismo de la relación con George Sand era obsesivo. Las cartas que Fryderyk mandaba a su hogar polaco desde Nohant no iban nunca selladas desde allí, sino que las mandaba a amigos en París (normalmente Fontana) para que fueran selladas desde París. Muchos años mantuvo en secreto a su familia la relación con George Sand. En 1840 escribía a su familia que “alguien” le cuidaba, sin dar nombre, mientras que Mikołaj inquiría saber más sobre esa persona.
Hay algunos huecos en su biografía porque muchas cartas fueron destruidas. Ninguna carta a su familia durante 1840, 1841 y 1842 sobrevivió. Curiosamente sólo se conocen tres cartas que su madre Justyna le escribió desde que Fryderyk marchó de Varsovia.
Una de las distracciones de Nohant era formar un teatrillo de marionetas que Fryderyk dirigía desde el piano. Todo era pantomima, las cuales eran invenciones de Chopin, e improvisaba al piano mientras los jóvenes hacían cómicas danzas. Otras veces se desvanecía y reaparecía tras el piano en una asombrosa imitación cómica de un viejo judío polaco, del emperador de Austria, el gran Rey Federico de Prusia o de músicos. Incluso Balzac fue impresionado por su mímica.
Otras veces jugaban al billar en la mesa del salón, o al ajedrez.
Muy frecuente era la visita de invitados entre sus más destacados amigos. (Curiosamente nunca fue invitado Julian Fontana)
Allí en Nohant compuso en 1842 el famoso vals del Minuto. Otros le llaman el ‘Vals del perrito’. Dedicado a la bella Delfina Potocka, tiene su historia cuando Fryderyk y George viendo a su perrito ‘Marquis’ en la terraza del jardín dando vueltas alrededor de él mismo intentando morderse su cola, ella dijo, “si yo tuviese tu talento, compondría una pieza para piano para este perro”. Chopin fue al piano y compuso este simpático vals.
Sand ha descrito el alumbramiento de las obras maestras nacidas bajo su techo: “Su creación era espontánea, milagrosa. La encontraba sin buscarla. Acudía de repente a su piano, o cantaba en su cabeza durante un paseo, volcándola sobre el teclado. Entonces comenzaba la labor más dolorosa que he visto...Lo que había concebido en bloque, lo analizaba demasiado al escribirlo, y su disgusto cuando no lo encontraba claro, se sumía en la desesperación. Pasaba días enteros encerrado en su cuarto, llorando, dando zancadas, rompiendo las plumas, repitiendo o cambiando cien veces un compás, escribiéndolo, borrándolo otras tantas veces, para volver a empezar a la mañana siguiente con una perseverancia minuciosa y desesperada...Se pasaba seis semanas trabajando en una misma página, para acabar escribiéndola tal como la había trazado del primer tirón.”
En París, su nuevo apartamento de Plaza d’Orléans se convirtió en un lugar de reuniones de la más alta categoría social, cultural, política y económica, donde grandes escritores y políticos conversaban y Chopin daba recitales de piano. Heine (amigo de Fryderyk y Sand) presentó a Sand a Karl Marx, pero no se tiene constancia que éste haya estado en Plaza d’Orléans ni que haya conocido a Chopin. En esos días se gestó su ‘Manifiesto Comunista’.
El 11 de mayo de 1844 la tragedia se cierne sobre Chopin al recibir una carta donde se le comunica la muerte de su padre Mikołaj, a los setenta y tres años. Su reacción inmediata fue de shock extremo y caída en profunda depresión. Se encerró en su habitación durante días, rehusando ver a nadie, incluyendo George. Durante doce años y medio desde que Fryderyk dejó Varsovia, su padre le escribía regular y sinceramente para expresarle el amor, orgullo y apoyo de la familia; ofreciéndole justos consejos sobre su salud, gestión de dinero, pasos a dar en su carrera, relaciones con amigos y críticos y chismorreos y noticias de Varsovia. Fue el mayor confidente de su hijo. Chopin se abriría a él más que a nadie (excepto su relación con George Sand) y nunca le revelaría tanto ni siquiera a Sand, Gryzmała o Fontana. Sand escribe: “Sufro por su pena; soy incapaz de consolarle”. “Está roto, e indirectamente yo también.”
Antoni Barciński, el cuñado de Chopin, le escribe: “Mikołaj te mencionaba muy a menudo, y en sus últimos días me instruyó para alentarte, y aceptar el mazazo con resignación”. Fue la contestación a una misiva de Fryderyk perdida. Chopin podía haber revelado a la familia definitivamente que vivía con George Sand, si no lo hizo en cartas anteriores perdidas a su padre que le preguntaba sobre “las otras personas”. Es muy probable porque Sand escribió a su madre, Justyna a final de mayo que “no hay nada mejor para consolar a la madre de mi querido Fryderyk que asegurar de la fuerza y autocontrol de este muchacho admirable... Sabes cuán profundo es su dolor y cómo su alma sufre...”. Justyna replicó en junio: “Tus conmovedoras palabras calman mi pobre alma, torturada por tristeza... y mi ansiedad sobre Fryderyk es ilimitada...Te agradezco sinceramente y te confío mi amado hijo a tus cuidados maternales.” George Sand, famosa como escritora también en Polonia, fue ahora aceptada formalmente como protectora y amiga de Chopin.
A final de mayo Chopin se traslada a Nohant junto con Sand, Maurice y Solange. Inmediatamente cae enfermo con agudas infecciones dentales y fiebre. Pero su salud mejora rápidamente cuando su hermana mayor Ludwika y su marido Kalasanty Jędrzejewicz anuncian sus planes de visitar Paris en julio. Hacía doce años y medio que no veía a su querida hermana. Sand escribe a Ludwika avisándola sobre los cambios de Chopin, y que aunque su salud no es muy mala, su apariencia parece “miserable” y que no se debían de alarmar por sus explosivos ataques de tos matutinos.
Retrato de Ludwika Chopin por Mieroszewski, 1829Fryderyk, Ludwika y Kalasanty pasaron juntos un tiempo maravilloso. Chopin hizo de cicerón en París, mostrándoles la ciudad y presentándoles a amigos polacos. Los tres fueron al cementerio de Père Lachaise a colocar flores sobre la tumba de Jan Matuszyński. Después, en agosto, fueron a Nohant en una visita de unas tres semanas. Sand recuerda estos momentos como uno de los más felices de su vida. Sand y Ludwika se hicieron muy amigas. Fryderyk y Ludwika tocaban el piano a cuatro manos, tal como lo hacían cuando eran niños en Varsovia. A la vuelta a París, pasaron la última noche en casa del violonchelista Franchomme tocando hasta muy pasada la noche. Sería la última vez que Ludiwka escuchase a su hermano tocar el piano. Los Jędrzejewicz partieron para Varsovia el 3 de septiembre, y Chopin hacia Nohant al día siguiente.
Chopin era un hombre excéntrico. Una de sus excentricidades más sorprendentes fue cuando Felix Mendelssohn le pidió unos cuantos compases de su música firmada por él para su esposa, que era una gran admiradora. Pasaron semanas y meses sin una contestación. Mendelssohn pensó que la carta o no había llegado o que la había ignorado. Casi doce meses más tarde, Mendelssohn recibió respuesta: “Estimado amigo! Con un poco de buena voluntad, imagina que estoy escribiendo esta carta inmediatamente después de recibir la tuya...”. Fue una composición completa considerada como asunto privado que no deseaba ser publicada. Mendelssohn respetó esa privacidad y la obra permanece en el misterio.
Otra de sus excentricidades fue que no quería tomar su taza de chocolate diaria que tanto le gustaba porque le recordaba a su hermana Ludwika (que le visitó en el verano 1844).
En 1845, la muerte, que le iba persiguiendo vuelve a escena, su alumno niño prodigio Carl Filtsch muere en Venecia, en una gira de conciertos a la edad de quince años. Filtsch fue su mejor y más prometedor alumno. Su interpretación arrancaba lágrimas de los ojos de Fryderyk.
Curiosamente, cuanto más deprimido estaba Fryderyk, más largas eran sus cartas hacia su familia en Varsovia. Por ejemplo, las del verano de 1845.
En primavera de 1846 Fryderyk recibió una respuesta de su madre respecto a la sugerencia de visitarle en París. Fue la tercera carta que le escribió Justyna en todos estos años concluyendo que no sería buena idea porque ella sería una carga para él. “No, mi querido hijo, no haré eso, especialmente porque hay personas contigo que te cuidan tiernamente y a las cuales yo les estoy muy agradecida. Quizás Dios me permita verte en otra ocasión; no pierdo la esperanza porque tengo fe en Su misericordia.”
En esta primavera de 1846 Chopin ya había cambiado mucho respecto a su juventud. Ahora estaba tenso, nervioso y contínuamente irritable. Su mal humor, si creemos a Sand, estaba ahora afectando a aquellos que le rodeaban. Escribe a Maurice que Chopin está “más enfadado que nunca...me divierte, reduce a Mme Rozière a lágrimas...”.
La adinerada escocesa Jane Wilhelmina Stirling entra en la vida de Chopin de forma importante en 1848. Fue su alumna desde 1843, y probablemente desde esa época ya estuviese enamorada del compositor.
Una vez consumada la ruptura con Sand, Stirling asume el mismo papel que Sand siendo su protectora y niñera. Aunque esa afección nunca fue recíproca. Y nunca vivieron juntos. Cuando una vez fue preguntado por un amigo si se casaría con Jane, contestó malhumoradamente que “sería como casarse con la muerte”. En carta a Grzymała observa: “No me casaría porque no tendría nada para comer ni dónde vivir. Aquellos que son ricos deben buscar a los ricos, y si encuentran a alguien pobre, al menos no debe ser un inválido...Moriré en un hospital pero no quiero dejar una esposa en la miseria tras mi muerte...Así que no pienso en casarme, sino en mi hogar, mi madre y mis hermanas.”
Stirling se contentaba con estar cerca de él. Fue ella quién persuadió a Chopin a viajar a Inglaterra. Llegaron la tarde del 20 de abril de 1848. Chopin no hablaba ni una palabra en inglés, pero no hacía falta porque tanto Jane Stirling como su hermana Katherine Erskine estaban pendientes de todo cuanto le hacía falta a Fryderyk. “Han pensado en todo, incluso en mi chocolate, y no sólo lo del apartamento...no puedes creer qué buenas son conmigo!”. En Londres, aparte de los recitales, se dedicó a una intensa vida social, más que nada empujado por sus escocesas. “Mis buenas escocesas no me dejan en paz, o vienen a buscarme, o me llevan a visitar a todos sus familiares. Su cortesía me ahoga, y a causa precisamente de esta cortesía no puedo rechazarlas.”
Su preocupación por el dinero es ahora importante. Sus fuentes de ingresos disminuyen, y se ve forzado a dar más conciertos, cosa que le agota aún más.
Las escocesas se lo llevan de Londres a Escocia. El 16 de noviembre da el último concierto de su vida.
En Inglaterra el clima hace estragos en su salud, y vemos a un Chopin completamente roto emocionalmente. En su amargura arremete contra Sand, a quien llama ahora ‘Lucrezia’: “Tengo un resfriado muy fuerte, dolores de cabeza, me cuesta respirar...los síntomas de siempre...nada me importa...Nunca he maldecido a nadie, pero ahora estoy tan cansado de mi vida que me daría consuelo poder maldecir a Lucrezia, pero sin duda ella también sufre, sufre todavía más porque sin duda llegará a vieja llena de maldad...¿Por qué no me mata Dios ya de una vez y no lentamente?...Mis amables señoras escocesas ya vuelven a aburrirme. A Mrs. Erskine, una protestante muy religiosa, le gustaría convertirme al protestantismo; me trae la Biblia, me habla del alma, me cita los salmos; pobre mujer, está muy preocupada por mi alma. Siempre me dice que el otro mundo es mejor que éste; yo me lo sé de memoria, y le contesto con citas de las Escrituras y le explico que conozco todo esto...Si me encontrara bien, sólo con dos clases al día tendría lo bastante para vivir aquí holgadamente, pero estoy débil; dentro de tres meses, o cuatro como máximo, me quedaré sin recursos (18 noviembre)”.
El 21 de noviembre: “Tengo neuralgia y estoy hinchado...un día más aquí y no sólo moriré sino que enloqueceré.”
El 23 de noviembre cruza el Canal. De vuelta a París, sus viejos amigos Delacroix, Franchomme, Grzymała y otros apenan le pueden reconocer. Algunos le describen como un “insecto delicado” que sólo podía ser tocado con el mayor cuidado para no romper sus alas. Otros ya le ven como moribundo.
Aún así seguiría luchando. Compuso un vals y una mazurca, la nº4 Op. 68 de la que Zieliński cree sin duda fue su última composición.
Año y medio después de la ruptura, Chopin y Sand aún pensaban el uno en el otro. Chopin se preocupaba por Sand a través de Solange, que se convirtió en una gran amiga íntima. Sand también pedía noticias sobre Chopin, a través de amigos como Pauline Viardot o Charlotte Marliani.
El 22 de abril de 1849 posiblemente fue la última vez que Chopin salió a la calle de placer, para asistir a la ópera ‘Le prophète’, de Meyerbeer. A finales de abril cayó en la fase final de la enfermedad, que le conduciría a la muerte.
En su fase final, varias veces mencionó que quemasen todos sus manuscritos sin publicar.
Incapaz de dar conciertos ni clases y estando casi arruinado, algunos amigos pagaron en secreto sus gastos, como el apartamento de Chaillot, por la princesa Natalie Obreskow, o el de Plaza Vendôme, por Jane Stirling, y su madre Justyna también le mandó dinero. Stirling también corrió con los gastos del funeral.
En agosto de 1849 vino una larga y rocambolesca historia sobre los veinticinco mil francos (un auténtico dineral) que supuestamente fueron ‘prestados’ por Jane Stirling. El paquete que contenía este dinero se perdió extrañamente y no llegó a su destino. Se contrató incluso a un vidente (Alexis) que ‘mágicamente’ pudo encontrarlo a través de un mechón de cabello de Chopin. Todo fue tan oscuro y extraño que Chopin se indignó con el asunto, sin creer en absoluto en el vidente Alexis. Y su orgullo tampoco podía aceptar este dinero, que para él era como aceptar ‘limosnas’. No se sabe quién envió el paquete ni el dinero que Chopin llegó a aceptar de estos veinticinco mil francos. Hay diversas opiniones sobre el tema, algunos dicen que doce mil, otros mil, otros quince mil...
Ludwika llegó con su marido Kalasanty y su hija de catorce años el 9 de agosto.
Sand se mantiene al corriente de las malas noticias sobre Chopin y escribe a Ludwika, ya en París: “Tengo noticias sobre Fryderyk, algunos me escriben que está más débil de lo normal...por favor, escríbeme alguna palabra...mis recuerdos se habrán ensuciado en tu corazón pero creo que merezco alguna palabra después de todo lo que he sufrido.”
La imagen de Sand para Ludwika con toda seguridad fue alterada a raíz de la ruptura y no respondió esa misiva.
Últimos momentos en la vida de Fryderyk Chopin, por Teofil KwiatkowskiEl estar presente en la muerte de Fryderyk Chopin parecía tener un gran caché social. Después de su muerte muchos se atribuyeron ese honor. Parece que los que estuvieron presentes fueron Ludwika Chopin, Marcelina Czartoryska, Solange, Gutmann, Thomas Albrecht y el Padre Jełowicki. Delacroix tuvo compromisos profesionales durante los últimos meses de vida de Chopin y tuvo que ausentarse de París; “dejo París entristecido por la condición de mi querido Chopin”.
Grzymała escribe que la condición financiera de Chopin a su muerte fue “cero”.
Tras su muerte surgió la pregunta de a quién pertenece su herencia musical. Jane Stirling emergió como la ‘viuda oficial’, aunque no se casó con él y ni siquiera estuvo presente en el momento en que expiró, aunque sí en su funeral. Jane dedicó el resto de su vida, hasta su muerte en 1859 a los asuntos de Chopin, porque creía que estaba en su derecho y en su obligación.
Julian Fontana fue solicitado por Ludwika para ordenar y juntar las obras inéditas de Fryderyk, lo cuál hizo publicándolas desde el Op. 68 hasta el Op. 74.
Clésinger fue llamado a petición de Solange para moldear la máscara de su rostro, así como de sus manos.
Estos fueron los apartamentos en los que residió Fryderyk Chopin en su estancia en París:
Su primer apartamento lo ocupó en una pequeña posada de la calle Cité Bergère, desde su llegada a París, el 11 de septiembre de 1831.
El 18 de noviembre de 1831 se mudó a su segundo apartamento, el 27 del bulevar Poissonnière, en Montmartre.
En junio de 1832 se mudó a su tercer y lujoso apartamento, 4 de la rue Cité Bergère, en el barrio rico de la Chaussée d’Antin.
Su cuarto apartamento fue en junio 1833 en el número 5 de la rue Chaussée d’Antin compartiéndolo con su amigo Hoffmann.
Apartamento de Plaza VendômeEn octubre de 1836 se mudó a su quinto apartamento en París, en la misma calle, del 5 al número 38.
En octubre de 1839 se mudó a su siguiente apartamento, 5 rue Tronchet pero pasaba la mayor parte del tiempo en el apartamento de George Sand, en 16, rue Pigalle.
En septiembre de 1842 Charlotte les busca su séptimo apartamento, 9 de Plaza Orléans para él y el 5 Plaza Orléans para George, siguiendo con la ficción de vivir separados.
En mayo de 1849 se mudó al apartamento del 74, rue Chaillot.
Aunque volvió eventualmente por poco tiempo a Plaza Orléans, el 9 de septiembre se muda a su noveno y último apartamento, 12 Plaza Vendôme donde allí murió.


























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