miércoles, 13 de junio de 2012

American Ballet Theatre "Un lago siempre encantado"


La versión de Kevin McKenzie de “El lago de los cisnes” subió a escenario del Metropolitan con siete elencos distintos. Una de las duplas más esperadas fue Vishneva-Gomes y la despedida de Nina Ananiashvili.

¿Qué hace que “El lago de los cisnes” sea la obra más gustada de todos los tiempos? ¿Será acaso la fantástica historia de la princesa Odette, convertida en cisne por Von Rothbart, el hechicero, a quien las falsas promesas de amor del príncipe Sigfrido rompen su corazón y la precipitan a la muerte? ¿O será quizás la maravillosa coreografía del segundo acto, de Ivanov, que ha llegado al presente con innumerables revisiones? Todo lo anteriormente mencionado es factor indiscutible, si bien la partitura musical, una gloriosa cascada de melodías inolvidables que llevan la rúbrica de Peter Ilyitch Tchaikowsky ‑el más prolífico compositor de música para ballet de todos los tiempos‑, quizá sea la mayor responsable.
La versión de Kevin McKenzie sobre la obra (en dos actos y dos escenas), subió a la escena del Metropolitan Opera House, en la sexta semana de la temporada del American Ballet Theatre, con siete elencos distintos cubriendo la semana. En el último día, Nina Ananiashvili, magnífica ballerina georgiana, se despidió de las tablas, llevando a Ángel Corella como partenaire.
La función que anunciaba a Diana Vishneva, como Odette/Odile, y a Marcelo Gomes, como Sigfrido, prometía magníficos momentos, y muchos fueron logrados. Vishneva tiene una forma de gran diva muy especial de atacar los pasos y las situaciones; por su parte, Gomes es un galán muy atractivo, que domina totalmente la escena.
En la penumbra del lago (momento histórico en la historia de la coreografía, pocas veces repetido) el suave braceo y atrevidos “arabesques penchée” (inclinarse profundamente hacia delante con la pierna de detrás levantada) de Vishneva son siempre un deleite visual y emocional. No obstante, el ardor de Gomes en el Pas de Deux, no parecía ser correspondido por su pareja, quien aparentaba estar más concentrada en los pasos que en su relación amorosa con el príncipe.
El lujoso baile en palacio del Acto II, donde se aprovecha la ocasión para incluir danzas folclóricas de distintos países, contiene una interesante variación a cargo de Von Rothbart, desdoblado aquí en un elegante y maquiavélico personaje, que llega al baile acompañando a la malvada Odile. Jared Matthews insufló en el role la malevolencia adecuada. Roman Zhurbin fue Von Rothbart en su forma grotesca de repulsivo animal de la foresta.
No obstante, la pieza fuerte de ese acto es el famoso Pas de Deux de El Cisne Negro, baile de total virtuosismo que puede “hacer” o “deshacer” a los intérpretes, sobre todo a la ballerina personificando a la malvada Odile. Los “fouettés” no encierran ningún secreto para Vishneva, sin embargo, los comenzó con tal fuerza, que al introducir giros dobles, tuvo momentos de titubeo que la obligaron a continuar con vueltas sencillas. Por su parte, Gomes terminó sus difíciles variaciones con total brillantez y la limpieza de ejecución que siempre alcanza.
Daniil Simkin, como Wilfred, amigo del príncipe, destacó su actuación no sólo por inyectar en ella su simpática personalidad, sino por el buen uso que hizo de su impresionante técnica. En el Pas de Trois del primer acto, llevó como dignas compañeras a Sarah Lane e Isabella Boylston, un dúo encantador.

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